“Adiós a las almas” esconde tras tan atractivo título algo más que una entretenida lectura. Lo primero que debemos decir es que es un libro de memorias, es decir, los recuerdos y reflexiones de una trayectoria vital. Pero a quienes conocemos a Paco Pérez, “Adiós a las almas” nos descubrirá facetas suyas que probablemente no conocíamos, y lo hará a través de una prosa fluida y amable, entrañable en ocasiones, pero también con buenas dosis de fina ironía. Es un libro que puede leerse sólo por el gusto de leer, pero que también interesará como una crónica social, intelectual y religiosa del Santander, y de la España, de los 50 y los 60. Y no menos interesante es su carácter de sincero testimonio personal: la temprana manifestación de su independencia intelectual, el descubrimiento de la fe cristiana, el insobornable humanismo, la profunda conciencia social y un interés y apetito insaciables por el arte, muy especialmente la literatura.

Este libro es una crónica introspectiva de la adolescencia y la juventud de un intelectual y religioso español, durante la primera mitad del siglo XX. Como ya he mencionado, creo que el primer motivo para acercarse a este libro es el mero placer de leer. Es un libro bien escrito, que se lee con facilidad gracias al cuidado y buen trabajo de Ediciones La Bahía. A lo largo de sus 350 páginas Paco Pérez nos va desgranando su trayectoria vital, trufada de anécdotas, algunas realmente divertidas. Pero esa amabilidad del autor no librará al lector de rigurosas reflexiones sobre los asuntos que van saliendo al paso en relación con la amistad, la educación, la sociedad o la religión, por mencionar sólo algunos de ellos. Aunque habrá quien no lo crea, Paco Pérez fue un niño y un joven inquieto, como muchos otros, y algo entreveremos al final de su infancia, en plena postguerra española.

Seremos testigos del tránsito desde el ámbito familiar hacia el largo período de formación en la Universidad Pontificia de Comillas - primero en los cursos de bachillerato clásico en el Seminario Menor, y, más tarde, en las Facultades de Filosofía y Teología. Descubriremos con sorpresa que, lejos de estereotipos, Comillas era una isla intelectual e ideológica en la oscura España de la postguerra: la disparidad de orígenes, sociales y geográficos, y de edades formaba un nutritivo caldo de cultivo. Ese caldo estuvo aderezado con ricos y abundantes recursos pedagógicos, y fue cocinado por un grupo de profesores y mentores entre los que despuntaban algunas personalidades, muy alejadas del dogmatismo y la ortodoxia católicos, cuya presencia nadie sospecharía en el yermo intelectual y educativo que era España entonces. Aunque resulte llamativo, incluso contradictorio, Comillas propició las condiciones para que muchos de sus alumnos tuviesen acceso a corrientes culturales y sociales que se filtraron en la impermeable Península Ibérica. La andadura comillense no sólo nos revela un episodio desconocido y sorprendente de la historia de la cultura en España, sino que nos explica por qué Paco Pérez es como es: sin duda, un gran atractivo para quienes le conocemos y apreciamos.

De Comillas, con veinticinco años, no salió un cura más sino un cristiano de fe profunda y sólida formación, intelectual y personal. Paco Pérez dirigió su interés a la docencia de las Humanidades, por un lado, y a la actividad pastoral, por otro. Ambas, pero muy especialmente la segunda, le permitieron conocer a muchas personas. Desde la parroquia de Santa Lucía, en el centro de Santander, este cura rojo dejó de lado el proselitismo activo, y se centró en atender a quienes buscaban ayuda o consuelo: lejos de ofrecer consejos o imponer penitencias, Paco Pérez supo escuchar y hacer reflexionar a todo el que se acercó a él. La solución a los problemas no venía tanto de la religión o del sacerdote, como del autoexamen y la introspección. Paco Pérez se alejó del confesionario y del púlpito para acercarse a las personas.

Fuera de las parroquias y las aulas, nuestro autor desarrolló una polifacética actividad: viajes por España y Europa, tratando de saciar las ansias de exploración y conocimiento; participación activa en los círculos literarios de Santander, en torno a la revista Proel y al Ateneo; trabajo como traductor, investigador y escritor.

Con los años sesenta llegaron aires de renovación a la Iglesia Católica, a los que Paco Pérez no fue ajeno. Como miembro de la parte más joven y progresista del clero español, asistió con expectación a la convocatoria del Concilio Vaticano II por Juan XXIII. Sin embargo, la muerte prematura del Papa sirvió como excusa para cerrar en falso el Concilio, y dar al traste con las esperanzas, no sólo de muchos cristianos, sino de todas las personas que esperaban una nueva Iglesia Católica, propia del final del milenio. Las posturas más conservadoras impusieron sus criterios, dando lugar a una corriente contrarreformista cuyo caudal llega hasta nuestros días.

Paco Pérez fue uno de tantos sacerdotes que acabaron practicando un cierto anticlericalismo, por oposición al clero más ultramontano y carpetovetónico y a la ortodoxia más rancia de la jerarquía católica romana. No se trató de una crisis personal de fe, sino de un absoluto desengaño sobre una Iglesia cada vez más alejada del Evangelio y de las personas. El camino hacia la secularización se mostraba con claridad.

Además, uno de los aspectos más controvertidos de la vida sacerdotal, el celibato, constituyó un factor más para motivar un cambio en la vida de Paco Pérez. La convicción de que no es posible alcanzar la completitud vital lejos de la vida en pareja y la crianza y educación de los hijos, especialmente una vez llegada cierta edad, contribuyó a acelerar el final de la etapa de sacerdocio.

La cerrada mentalidad de una pequeña capital de provincias y el obligado final profesional llevaron a Paco Pérez a mudarse a Madrid, donde se estableció con su recién estrenada familia. Intensificó su actividad literaria e investigadora, y siguió traduciendo del francés. Pero la docencia, indudablemente una de sus principales vocaciones, no tardaría en encontrar la forma de desarrollarse. Conoció a Jimena Menéndez Pidal, con la que congenió rápidamente, y pasó a ser un profesor más en el flamante edificio de Valdemarín. Pudiera parecer que los orígenes pedagógicos e ideológicos de Paco Pérez estaban en los antípodas de la Institución Libre de Enseñanza, pero lo cierto es que encajó perfectamente en el Colegio Estudio, y éste con la peculiar idiosincrasia de nuestro profesor. De los casi cinco lustros, hasta su jubilación, que pasó en el Colegio Estudio pueden hablar mejor que nadie todos sus alumnos, y a ellos me remito.

Han pasado casi veinte años desde que Paco Pérez se jubiló, pero ha mantenido una incesante actividad intelectual. Este libro que hoy presentamos es uno de los productos de esta etapa, el más centrado en cuestiones religiosas y sociales. Una reflexión serena y lúcida sobre la sociedad y las personas, y sobre lo que significa la religión cuando ésta es la que verdaderamente rige la vida de alguien.

Francisco Pérez Andrés